lunes, 19 de julio de 2010

LA NOCHE OSCURA DEL ALMA

He estudiado profundamente la filosofía y el humanismo, he consultado los grandes pensadores, me he empapado de todas reflexiones, y en los últimos tiempos, me he abierto a nuevos conocimientos y a nuevas experiencias. Aún así, lo cierto es que esa parte siempre me acompaña y realmente me apasiona que lo haga.
Ayer estuve en una tertulia muy agradable y profunda. Sobre las siete de la tarde, en un parque, con Laura, Rafael, Marcos y Quim. Lo cierto es que sólo conocía a los dos primeros pero pronto la confianza se instaló en todo el grupo. Después de unas horas de playa y risas decidimos entrar en una de las mayores tiendas de libros interesantes que conozco. Después de recorrerla decidimos adquirir algunos ejemplares. Laura, siempre en su línea más psico-astrológica se llevó un ejemplar de psiquiatría muy interesante. Nos sentamos en un parque, entre arena y brisa empezó una lectura en voz alta. Redescubrí un tema realmente conmovedor en ese libro: La noche oscura del alma.
Ya los místicos mencionaban que para llegar a lo que podríamos llamar el proceso del “despertar de la conciencia” existían tres caminos, la vía purgativa, la iluminativa y la unificadora. Ya el gnosticismo hablaba de la salvación mediante el conocimiento introspectivo de lo divino; y del bien frente al mal, del espíritu frente a la materia, del alma frente al cuerpo, de la luz frente a las tinieblas… Pero no sólo los primeros sabios ni los grandes pensadores han vivido la búsqueda personal e intransferible del despertar de la conciencia, de esa noche oscura del alma en la que sólo nos queda aferrarnos a nuestro centro, sentir que no sabemos qué sentir, percibir que no entendemos nada de lo que nos está sucediendo, vivir el hecho de ser consciente de qué algo pasa pero no sé que es. Miedos, dudas, inercia y avanzar y avanzar. Tal y como narra a la perfección Alan Cohen:
"Cuando al principio yo me establecí en mi camino de despertar, sentí como si todo mi mundo estaba cayendo. Muchas de las cosas a las cuales había dedicado mi tiempo, atención, y energía repentinamente se volvieron insignificantes. Puede ser muy sorprendente e inquietante descubrir que los valores por los cuales viviste ya no parecen reales. Ya no encontré la misma satisfacción o comunicación con los amigos con los que acostumbraba a pasar el tiempo. Me pregunté porqué yo estaba haciendo la clase de trabajo que hacía. Las ocupaciones sociales que antiguamente me habían traído placer ya no eran eso para mi. Sentí que la mayoría de las metas que había dibujado ya no eran dignas de mi atención. Todo mi sentido de propósito había cambiado. Tuve un breve sabor de algo más, pero no sabía como hacerlo un elemento duradero en mi vida. Me sentí perdido a veces incluso como si estuviera volviéndome loco. Fue una oscura noche del alma”Esas sensaciones son las que un hombre siente cuando como Santa Teresa “vivo sin vivir sin mí”. Son si lo queréis los llamados momentos de epifanía, momentos clave de nuestra búsqueda. Pero no debemos desesperar dentro de lo posible porque mientras puede parecer que estamos fuera de control o sujetos a fuerzas más grandes que nosotros mismos, es importante recordar que hay sabiduría en los acontecimientos que atraemos hacia nosotros y que en la noche oscura del alma saltamos al vacío. Es un momento duro en el que el hombre desnudo se observa mísero a sí mismo; es un momento de purificación en el que el ritual del entierro se hace cada segundo más doloroso. Es como enterrar al padre, es desprenderse de todo lo vivido, de todo lo que antes creías, es un momento de revisión, de acoger y de desprender. El hombre debe morir a sus viejos esquemas para dar paso a las nuevas creencias, al nuevo hombre.
Evidentemente esta muerte no es fácil. ¿Cómo morir en vida? ¿Cómo llevarlo a cabo si cuanto más buscamos la manera más alejados nos sentimos de ella? Hay que alejarse de la zona de confort, de ese despachito en el que uno es el primero de la clase, el más listo, hay que abandonar los brazos de la madre y vivir la soledad igual que el caballero en su misión… Cuando Lancelot se encuentra ante los dos caminos, entre elegir el camino de la espada o el otro, siente lo mismo. Duda, tiene miedo, no sabe qué elegir. Igual que cuando el caballero sube a la carreta en la ley artúrica… se desata en él una lucha interior, va a contra corriente y se siente sufrir, se siente perdido, cansado y derrotado. Pero tal y como le dirá la Dama del Lago, uno sólo puede morir para renacer, desde el honor, desde el corazón. Desde esa perspectiva el camino se vuelve sencillo, más llano. El caminar se vuelve más flexible y lentamente todo vuelve a su sitio. La noche oscura empieza a volverse clara y el hombre puede volar hacia su libertad más querida.El hombre debe mirarse en su justa dimensión, reconocerse en su dolor que no es más que gasolina para el cambio… debe sincerarse con él mismo desde la responsabilidad, desde el amor hacia sí mismo. El hombre debe permitirse confiar en la llaga del dolor que no es más que la alquimia de su propia conciencia para el cambio que ya está llegando… Noche y día, dualidad en una misma esencia.

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