jueves, 9 de septiembre de 2010

De los versos que nunca te di…

Estuve hablando hace unos días con uno de esos músicos bohemios que ya se parado ante la vida, de esos que en otros tiempos viajaban solos, con su guitarra, con sus sueños. Me dijo que hace unos meses se volvió a conectar con la fuente. Un viejo amigo, gran productor musical, le había brindado de nuevo la posibilidad de alzar el vuelo. Lo llamaban MRA y vivía en la música y por la música. Un alma libre según se dice pero un caballero errante, que aunque lo niegue, siente constantemente…
Mi amigo, hoy asentado marido y profesor, se presentó en casa de MRA con una letra a mano, y una ilusión en la mirada. “De los besos que nunca te di…” ¿A dónde se dirigen? ¿Dónde quedan las caricias que no diste? Quizá el miedo, quizá el compromiso al ser fiel, quizá los propios límites en ocasiones no nos permiten entregar todo lo que desearíamos.
Su letra me hizo pensar. Hace tiempo que no escribo, demasiada vivencia para tener capacidad de filtrarla y plasmarla en texto. Me hizo pensar en aquellos versos que nunca te di, en aquellas historias que tantas veces escribes para un elegido destinatario y que nunca llegas a enviar, para esas situaciones en las que nunca vas a figurar como remitente.
Hoy me vuelvo a posar ante ti, ante este blanco pálido que me grita que escriba, ante esas palabras que tantas noches te diría y ante esas certezas que me impiden hacerlo. Y pienso, cómo diría el gran Martí i Pol, que “aquest versos els dic per mi tot sol / ara que estimo tant la solitud / (…) en veu baixa, a la nit/ perquè estimo el silenci”…

Quizá en demasiadas ocasiones yo también escribo para mi sola. Y lo hago porque sé que el camino hacia ti me queda lejos, me queda cerrado. Porque uno no sabe nunca cuál es el mejor momento para decir todo aquello que aguardas en la noche repleta de silencio. Porque en tantas ocasiones de amanecer estrellado sólo puedes asomar tus ojos a través de la ventana, sentir la brisa y sentir la ausencia. Y quizá debas esperar, esperar a que el universo te brinde la copa cuando verdaderamente tenga sed, porque quizá debamos comprender que nunca vamos a poder dirigirnos al que no puede escucharnos y porqué quizá debamos comprender que en ocasiones los versos deben borrarse y los besos deben perderse.
En la nada del misterio, en la oscuridad de cada alma. Solos, a lo lejos, como tu cuerpo y el mío tan cercanos y tan ausentes…

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