Desde mi habitación puedo escuchar su voz. Ríe a carcajadas, sollozos y casi lagrimeo después de algún chiste curioso. Los sonidos se hacen cada vez más estridentes y en mi rostro se dibuja una sonrisa. Eso me hace pensar…
Hace días que las ideas para escribir voltean por mi mente… pero en el fondo, todo empezó ese viernes...
Quedé con una recién conocida para hacer lo que yo llamo “tratamientos”. Ella me observaba desde hacía semanas y se preguntaba como la canción de hace años ¿a qué dedica el tiempo libre?
Una de las noches de gimnasio me saludó y me soltó algo así como ¿qué haces una hora en el gimnasio un viernes por la noche? Imagino que su pregunta tenía algo más de profundo, algo así como “es hora de arreglarse para salir de fiesta, no de estarte aquí sola…”
Le comenté que esa hora de los viernes era una hora de “tratamientos” para mí, una hora de DESPRENDERME. Ella no concebía exactamente a qué me estaba refiriendo. Podía explicarle con palabras todo mi ritual pero decidí invitarla a que lo probase.
Quedamos para la próxima semana. Nos encontraríamos en el interior del vestuario y nos dirigiríamos a la sauna.
Llegué el viernes. Ella me esperaba con su bañador ya puesto. Me cambié rápidamente y le dije: “Antes de nada vamos a ir a las duchas. Nos pondremos un gel corporal, un jabón para el pelo y luego una mascarilla. Nos daremos un masaje capilar y luego pasaremos a la sauna de vapor”. Lo cierto es que alucinó. Fueron simples pasos. En la sauna nos enredamos en una de esas conversaciones de té y domingo por la tarde. Le expliqué como podía relajar sus pies con simples movimientos de masaje. Podía cerrar los ojos y pensar en un paisaje agradable. Charla, silencio, charla, risas… estábamos en la gloria. Cuando pasaron los minutos de rigor, salimos. Nos dimos una ducha muy fría tonificante, y nos metimos en la otra sauna, en la seca. Unos minutos más y de nuevo a la ducha ya en el vestuario. Allí terminaba el ritual, otro gel exfoliante, un aceite hidratante y una crema aromática para finalizar.
Fueron cuarenta y cinco minutos de DESPRENDIMIENTO, de abandono al gozar, de estar con uno mismo y en definitiva de aprender a quererse más.
Al salir del gimnasio ella me dijo “Tu si que vives bien. Nunca habría imaginado que en menos de una hora se podía hacer tanto por uno mismo”. Yo le dije que no se trataba de vivir bien o mal, se trata de quererte más, de encontrar esos momentos sólo para ti, de sentirte mujer, de contactar con tu cuerpo y de vivir el placer de relajarte. Esa manera de hacer, esa actitud, ese modus vivendi es el que a mi me gusta.
Este mediodía, a la hora de siempre, estaba en mi bar favorito tomando el té con alguien muy especial. Era una de esas tardes soleadas de ambiente relajado, música a lo lejos y sueños cercanos. Mi acompañante me comentaba que él es una persona libre, uno de esos viejos rockeros anclados en la bohême… Últimamente andaba en algún asunto amoroso que lo tenía preocupado. Me comentaba que él no era de esas personas de convivir, de tener un plan de futuro, de pensar en el mañana. No se veía compartiendo su alma libre con algún ángel solitario. Sin embargo, hablaba de ella y sus ojos brillaban, decía sentir mucho cariño hacia ella, era una mujer importante en su vida, pero sentía miedo. Miedo a hacerle perder el tiempo, miedo a que quizá algún día ella quisiera un compromiso más formal, una conocida y típica relación estable de pareja. La verdad es que yo sonreía con cada una de sus afirmaciones. Evidentemente era una sonrisa de complicidad y respeto. Alguna vez yo también me sentí así. Y es curioso… es curioso porque cada vez que su mirada cielosa me lanzaba una palabra yo me sentía totalmente inmersa en ella. Y me decía “yo ya la he avisado, el riesgo depende de ella”.
Y yo me pregunto, honorable caballero: la vida no se compone de mañanas, creo que la vida la vives con presentes. En ocasiones la magia del mundo se posa delante de ti y te brinda una mano para que vueles con ella. No hace falta que te cuestiones cómo vas a querer vivir mañana, no hace falta que te cuestiones cómo tienes de claros tus principios, cómo es de cierto tu estilo de vida. Sólo pregúntate algo simple y sencillo: ¿Cuánto placer eres capaz de soportar aquí y ahora? Realmente crees que es necesario preocuparte por si estás coartando la libertad de tu damisela? ¿No crees que un tipo como tu tiene a la mejor de las doncellas? Esta mujer de la que me has hablado tiene más claras las cosas de lo que tú nunca imaginarías. Simplemente DESPRENDETE de todas esas preocupaciones y fluye. Vive tu vida llena de tratamientos constantes, despréndete de las etiquetas de lo que “tiene que ser”, camina a tu ritmo y con la compañía que te haga sentir lleno, querido. Y no pienses en el mañana, porqué el mañana está lleno de presentes. Puedes forjar un pacto de sangre con un “para toda la vida” mientras te cuestionas a cada momento si eso es lo correcto… O puedes gozar a cada momento hasta el día en el que mires atrás y sientas profundamente que todo lo que has compartido ha valido la pena. Sean unos días, unos meses o media vida. Sólo despréndete y fluye. La vida se compone de amaneceres…
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