viernes, 9 de abril de 2010

SARA

Sara estaba sentada en su cuarto. Como en tantas ocasiones…la atmósfera y ella… el silencio, ELLA, la pantalla en blanco... Humo, aromas… soledad llena de sombras y esa especie de voz interna que la llamaba parafraseando esas Lecciones de Ausencia… Esta noche, como en tantas noches, soñaba lejos…
Sara llevaba tiempo pensando en su vida. Sentía que era una chica feliz. Sentía que su día a día estaba lleno de cosas que hacer, pero de esas cosas que a ella le gustaban. Sara tenía muy claros sus valores y aún así, a veces se sentía demasiado sola, demasiado ausente. Sara sabía perfectamente que en su mundo sólo estarían ella y ella misma. No existían personas como ella. Sara lo sabía, y si en ocasiones gozaba de esa excelencia, también es cierto que en ocasiones, sentía el miedo en ella. Desde el primer día que sus ojos miel se abrieron, Sara presentía que alguna cosa diferente existía en su mecanismo. No era como las demás niñas. A veces imaginaba mundos inalcanzables, soñaba con princesas y príncipes, sabía que tenía un gran carisma y sobretodo, esa especie de magia que ni ella misma comprendía.
Sara era una joven entregada, siempre sonreía. Sara tenía una habilidad que pocos humanos sabían y que muchos desearían: ella la llamaba ponerse en los zapatos del otro. Los expertos lo llamaban el arte del reencuadre.
Pasara lo que pasara, Sara era capaz de buscar en instantes de segundo una respuesta ágil, divertida, útil para ella, optimista. Sara siempre decía que la vida era cuestión de detalle y de cura. Y de paciencia… Dios sabe como se aplicaba esa filosofía... Siempre tenía un abrazo en apertura, siempre entregaba palabras amables. Incluso cuando el mundo no giraba como ella quería, Sara tenia paciencia y pensaba, quizá algún día.
Pero esa noche de abril tenía algo distinto. Sara estaba cansada, realmente cansada…su cuerpo a penas resistía la brisa de la sala. Su mente divagaba entre pensamientos confusos. Sólo necesitaba que el mundo le entregara un poco de feedback. Cuando la noche cae y sólo hay lugar para dos almas, la nostalgia se apodera… a veces sólo deseaba sentir que en alguna parte del cielo, alguien sonreía por ella. Quizá una caricia, quizá una respuesta a sus deseos de buenas noches, quizá no sentirse tan alejada de lo que a veces nos hace típicos. Sara siempre deseó que alguien con su manera de ver la vida cruzase el camino con ella. Y Sara sentía. Incluso sabía que no sentía sentir. La noche, tu… y ese silencio tuyo que penetra como vidrio errante… la noche espera y con ella amanecen los que esperan solos…

3 comentarios:

  1. Que fàcil sembla a vegades transmetre. Em quedo amb la frase;

    Incluso sabía que no sentía sentir.

    Fantástica!!

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  2. Gràcies! Tenim un cfè pendent, que aviat serà cafetera sencera...:P Si et va bé, d'aquesta setmana no passa!

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