jueves, 24 de junio de 2010

CUESTIÓN DE VALORES

Voy a contaros mi secreto, algo que quizá os suene desgarrador a algunos, surrealista y alocado a otros y evidentemente, revelador a muchos. Si, especialmente a ti…
Ayer fue la noche de San Juan. Noche de brujas, noche en la que personas como yo suelen hacer más cosas de las que cualquier humano en sus razones sería capaz de comprender. Imagino que para cualquier persona en sus cabales… términos como ritual, conexión, energías, sanación, desconectar, ente o entidad, pueden sonar raros e incluso alocados.
Aún así, para personas cómo yo, todo esto cobra demasiado sentido cuando se vuelve real. En términos de “brujería” muchos piensan que todo lo que una persona con capacidades más allá de la lógica haga en una fecha tan señalada puede revertirse e incluso puede pasarle factura a nivel energético. Cuestión de karma si lo queréis…
Lo cierto es que yo nunca me he inclinado a creer en esas cosas ya que pienso que de hacerlo, nada de lo paranormal que llegase a hacer cobraría sentido. Me importan demasiado las personas y me importa demasiado su bienestar.
Noche, fuego, rocas, playa, yo y mi soledad. Y un rostro en mi pensamiento. Cierro los ojos, pienso, invoco, me conecto. Proyecto bienestar y proyecto un deseo. Quiero terminar con un trabajo empezado meses atrás: gran carga emocional, gran trabajo energético, gran eliminación de historias negativas en el otro, gran limpieza del otro y sin quererlo, para él, un inicio de sensaciones de descanso, de sensaciones de fluidez, de felicidad y por causa ajena, pequeño desliz inconexo.
Decido que ya no depende de mí. Dejo en sus manos el tiempo y el trabajo. Sé que el resultado está claro, sólo debo vivir ese proceso.
Regreso con la gente, ya hice mis pequeñeces. Buena charla, lujuriosas miradas, recuerdos que vuelan, licores diferentes, frío constante y calor que te llega.
Llego a casa y recojo todo lo expandido. Miro la luna, pienso en ella. Pienso en ellos y en los que ya no están aquí pero siguen conmigo. Me acaricia su esencia, mis ojos se llenan de lágrimas. Es una noche especial, casi la única noche en la que verdaderamente puedo estar con ellos. Miro el fuego, su sonrisa se dibuja, y en el transcurrir del tiempo siento que ya empiezo a perderlos. Se alejan entre la brisa, su mirada opaca sigue firme y se clava en mis ojos, siento y me dicen que todo saldrá bien y que sólo debo confiar en mi potencial, creer en mi capacidad de elocuencia y esperar para que todo aquello que no depende de mi vuelva por si sólo a su sitio. “Está en sus manos reencontrar el camino” dice alguna voz…
Duermo pocas horas con el calor de todo esto. Me despierto con una sensación extraña. Típica sensación de noches como esa. Y se posa ante mi mirar algo que no llego a comprender. Alguien narra su noche de brujas. Dentro de mi algo empieza a tambalearse. Pienso en mis valores y empiezo a pensar que no puedo soportar eso. Será una creencia pero daros cuenta de algo: cuando entregas tu alma por voluntad propia, cuando desde ese otro mundo regalas poder para llegar a culminar un objetivo, cuando te arriesgas a quizás perder toda la magia, cuando luchas por deseo y te encuentras con algo como esto… debes parar un momento y simplemente pronunciarte… cuestión de valores. No puedes, desde ese otro mundo, entregar todo eso. No vale la pena porque dentro de tu extrañeza sabes que tu poder es demasiado para desperdiciarlo. Así que algo más allá te mira y te recuerda, abandona eso. Cuestión de valores pequeña, no desperdicies tanto talento cuando no va a saber verlo. En resumen toda esta historia ardiente es como el buen vino o el buen fuego… debes saber cómo sorbas y cómo soplas para mantenerlo. Un pequeño desliz, una pequeña ráfaga de viento mal soplada o un sorbito demasiado grande… pueden hacer que todo desaparezca, cómo en el western… silencio, aire y esa ráfaga que recorre el suelo como cristal punzante que resigue tu alma.

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